Ricardo Bastida recibe en 1905 el encargo de construir la nueva alhóndiga municipal. Previamente viaja a diferentes ciudades europeas (Bruselas, Amberes, Hamburgo) con objeto de visitar instalaciones similares y tomar ideas para su proyecto.
Configura un edificio que ocupa toda una manzana del Ensanche. Son terrenos que había comprado el Ayuntamiento en 1901 a Federico Solaegui. La oferta había sido la aceptada por la corporación, tras informe de la Comisión de Hacienda y del arquitecto municipal, por tratarse de una manzana completa, lo que facilitaba el tráfico y el acceso al edificio, rodeada de calles de gran importancia, Rivero (actual Iparraguirre), Fernández del Campo, Alameda Rekalde y Urquijo, y disponer de superficie considerable, 8.900 m2, como para poder atender las necesidades del momento y las futuras, dado el aumento de población y el ritmo que iba tomando la actividad comercial de la ciudad. En este gran edificio, Bastida traza en planta dos patios alargados que proporcionan luz y distribuye tres cuerpos para facilitar el trabajo.
La estructura es de hormigón armado, obra realizada por la Compañía Anónima del Hormigón Armado de Sestao, que ya desde 1902 construía en Bilbao con la patente “Poutre Dalle”, sistema para la construcción de hormigón armado del francés Joseph Blanc. De todas formas, la alhóndiga no es el primer edificio de hormigón armado construido en España como señalan diversas fuentes, pero su construcción sí supuso la consolidación de la citada Compañía de Sestao y dicha patente.
A principios del siglo XX existían ya en Bilbao conocimientos y experiencias en la construcción del hormigón armado a todos los niveles, de ahí que en el concurso para la construcción de la nueva alhóndiga compitieran Arrizabalaga, Zubinas y Cía, José Eugenio Ribera y la mencionada Compañía de Sestao.
El hormigón armado, con la patente Hennebique, se había utilizado en obras bilbaínas, como la alhóndiga de Barroeta Aldamar, la iglesia de San Antón o los primeros pabellones del Hospital de Basurto. Aunque no participó en las anteriores, el maestro de obras Domingo Fort Barrenechea llegó a convertirse en el concesionario en Bizkaia del “sistema Hennebique” para la construcción en hormigón armado. Entre 1899 y 1901, fechas en que comienza a trabajar para Hennebique, se encontraba desempeñando en el Ayuntamiento de Bilbao el cargo de jefe de la Segunda Brigada y Ayudante del Arquitecto Municipal Enrique Epalza. También se siguió el sistema Hennebique en la construcción de la Fábrica Ceres de Bilbao (1899-1900), proyectada por Ramón Grotta -proyecto original- y Federico Ugalde -rediseño de la fachada-, y emplazada entre los muelles de La Merced y de La Naja.
No obstante, la alhóndiga constituyó la aplicación más importante del hormigón armado para almacenes destinados a mercancías que se había realizado en España, dado que el proyecto de Bastida establecía que, tanto los pisos, como la cimentación y apoyos del edificio se realizaran en ese material. Era un reto, por tanto, la utilización del hormigón dada la dimensión de la manzana y las largas fachadas.
Destacar también otros dos elementos significativos en la construcción: la cimentación y la utilización de la piedra artificial. En las obras de cimentación, debido a la existencia de una capa de fango y agua localizada entre la roca y la capa de arcilla y cascajo (disposición en capas desde la superficie hasta la más profunda: tierra vegetal, arcilla dura, arcilla y cascajo, fango y agua y roca), la empresa contratista se vio obligada a ampliar la base de sustentación del edificio, ejecutando placas corridas que abarcaban varios postes en lugar de hacerlas aisladas. En cuanto al material empleado, las fachadas fueron construidas en piedra y piedra artificial, que se alternó con ladrillo. La piedra se reservó para el zócalo y la piedra artificial, sobre este zócalo, se descompuso en piezas, a veces labrada con motivos florales.
Estas fachadas, que constituyen el “forro” del almacén interior, dan monumentalidad al edificio. Llaman a reflexionar sobre el carácter monumental de un almacén industrial que se inserta en un centro urbano en expansión. Cinco torretas, coronadas por cúpulas, rematan las esquinas. El propio Bastida propuso modificaciones antes de comenzar a construir estas cúpulas. Se modificaron los materiales, ya que habían sido proyectadas en zinc en remate, nervios y decoración; y la escama de tierra cocida vidriada en la superficie esférica. Ante la dificultad de unir ambos materiales -resultaba probable que las aristas de unión, que era donde iban los nervios decorados, diesen lugar a goteras-, se realizaron sólo en zinc. Asimismo, se les dio mayor altura para que no pareciesen achatadas, desde abajo, y decoración con más nervios, de 6 se pasa a 10 nervios, de zinc decorados con sus rosetas y remates superiores.
Susana Serrano Abad