En la consolidación de un sistema literario resulta básica la enseñanza y el aprendizaje de la lengua en la educación. Aunque no se había producido una introducción de los estudios de la lengua vasca en los sistemas escolares, la Diputación de Bizkaia creó una cátedra de euskara en el Instituto de Bizkaia, sostenida con su economía, que tuvo su oposición en 1888.
En 1887 el diputado euskalerriaco por Gernika Aureliano Galarza propone a la Diputación la creación de una cátedra de euskara. La iniciativa fue aceptada y produjo un entusiasmo creciente en las filas de los fueristas por la institucionalización de la enseñanza de la lengua que suponía la decisión, a pesar de que los alumnos fueron siempre escasos y el impacto pequeño. A la oposición de Cátedra se presentaron seis candidatos. Luis de Iza, Pedro Alberdi, Eustaquio Medina y tres nombres simbólicos en la historia de la Villa y de la cultura vasca: R. M. Azkue, Miguel de Unamuno y Sabino Arana Goiri, con el consiguiente impacto simbólico que ofrecen a la Cátedra.
Resultó ganador del puesto de Catedrático Resurreción María de Azkue, probablemente el más preparado de los tres. Desde ese momento las tensiones en torno a la concepción de la lengua que defendieron Azkue y Arana se acrecentaron. Arana criticaba con rudeza los postulados de Azkue, más próximo a la lengua de registro hablado y por tanto a la influencia románica y menos al neopurismo.
A la retirada de Azkue continuó en el desempeño de las clases, su alumno Evaristo Bustinza, Kirikiño, conocido escritor, quien se hizo cargo como sustituto entre 1904 y 1909, por ausencia del titular. En 1920, en el momento en que Azkue se retira, ocupó el cargo Joseba Altuna, a quien se le depuró de la enseñanza en 1940.
Jon Kortazar