Estación terminal de ferrocarril de la compañía de los Ferrocarriles de Bilbao a Santander construida por el arquitecto Severino de Achúcarro y el ingeniero Valentín de Gorbeña entre 1895 y 1902.
Inicialmente, la línea ferroviaria llegaba hasta el barrio bilbaíno de Zorroza, y a partir del 21 de julio de 1895 lo hizo hasta los terrenos llamados de la Concordia. El lugar dio nombre a la estación donde se pensó construir un edificio para viajeros. La estación estaba cerca del puente del Arenal, que comunicaba el Casco Viejo con el nuevo Ensanche de Bilbao en Abando. Era además era una ubicación visible desde diferentes puntos de la ciudad. Por eso en el proyecto de la estación se descartó, por vez primera en Bilbao, una estructura provisional sin vocación arquitectónica, y se pensó en un proyecto monumental y elegante, similar al Teatro Arriaga que estaba en frente. Con la nueva estación se quiso construir un edificio que prestigiara a la compañía, definiera una de las entradas a la ciudad y la fachada arquitectónica que marcaba el comienzo del ensanche burgués de la Villa en Abando.
Achúcarro se encargó de diseñar la apariencia externa de la estación de La Concordia, y Gorbeña de la estructura y de la disposición ferroviaria, sin que durante el trascurso de las obras el servicio de trenes se viese interrumpido. El inmueble siguió la estructura longitudinal de las vías que quedaron ocultas en su abertura a la ría mediante un edificio de dos alturas y articulaciones diferenciadas. En el piso bajo se ubicó el ingreso y las dependencias propias del servicio de atención a los viajeros, y en la planta superior, a la que se accedía mediante una escalinata lateral, las vías.
La fachada de ingreso siguió una estructura tripartita que alternó el uso de sillería con hierro pintado. El uso del hierro posibilitó aberturas de mayor superficie que iluminaron el interior del edificio. En el centro la entrada se coronaba por un gran arco de medio punto que albergaba un reloj y el nombre de la compañía, subrayado por dos estructuras macizas salientes con farolas que rompían con la horizontalidad del edificio. En uno de los extremos se ubicó un almacén de droguería ocupado en la actualidad por un café. En el otro se ubicó la escalera de subida a los andenes.
A continuación se proyectó un pabellón sin referencias a la arquitectura del hierro en su fachada. Estaba compuesto por un basamento cerrado y sobre él una columnata de orden dórico abierta a los andenes. La estructura actuaba como un mirador desde el que el viajero podía ver el Casco Viejo y el Teatro Arriaga, y tenía una postal de entrada y de salida de la Villa.
Cerraba la estación un edificio anexo, en este caso diferenciado del anterior, gracias a vanos de menor superficie, una mayor altura y una cubierta amansardada de inspiración francesa. Su acceso se realizaba desde el andén y desde la calle, y en él se albergaban oficinas y otras dependencias de la estación no abiertas al público.
El interior de la estación terminal contrastaba con el exterior, más representativo. En el interior, el uso de la arquitectura de hierro era más funcional, pero con algunos detalles decorativos, como capiteles o caduceos, en referencia a Hermes, dios del comercio. Era un bosque de columnas y vigas que sostenían las vías que trascurrían por encima de las cabezas de los viajeros.
En la parte superior, y ante la falta de espacio se ubicó una rotonda giratoria, útil para maquinaria de vapor que se coronó con un cuerpo hexagonal. La playa de vías, por su parte, se cubrió con marquesinas metálicas en voladizo que cobijaban la parte del andén y permitían una mejor evacuación de los humos de las locomotoras de vapor.
En sus años de vida la estación ha sido objeto de diferentes remodelaciones que han alterado, en parte, su apariencia original. Entre ellas cabría destacar la sustitución en 1939 de las marquesinas por una cubierta curvada que motivó la electrificación de las líneas y los problemas que ocasionaban las lluvias. Así como otras reformas de 1971 y 1977 que desvirtuaron el interior y destruyeron el mural modernista de Daniel Zuloaga situado en la unión entre las escaleras y el hall. En 1992 se iniciaron las obras de recuperación de la estación siguiendo una restauración integral del edificio, y a ella le han seguido otras obras en 2001, 2007 y 2011 que ha desvirtuado, de nuevo, su interior.
En la actualidad la estación sigue en funcionamiento dentro de la red de FEVE.
Francisco Javier Muñoz Fernández