Hospital de beneficencia bajo el patronazgo del Ayuntamiento, construido entre 1898 y 1908 para reemplazar al vetusto Hospital de los Santos Juanes, en Atxuri. Su coste fue sufragado por suscripción pública y por la venta del antiguo hospital, que también había sido construido mediante aportaciones voluntarias del vecindario.
A finales del siglo XIX era evidente la incapacidad del Hospital de Atxuri para dar servicio adecuado a un Bilbao que había multiplicado por tres su población en pocos años. Tras varias iniciativas fallidas, la Junta de Caridad que regía sus destinos decidió construir un hospital nuevo y eligió Basurto para ello. Aunque estaba muy alejado del casco urbano, un moderno tranvía lo ponía al alcance de la población.
El médico director, José Carrasco, y el arquitecto Enrique Epalza viajaron por Europa para estudiar sus modernos hospitales. Publicaron sendos libros en los que detallaban los resultados de su visita. Entre los hospitales visitados, tanto Epalza como Carrasco se fijaron en el Hospital Eppendorf de Hamburgo, dotado con más de 1500 camas y que, a pesar de esta gran capacidad, tenía una perfecta organización. También en el Hospital de San Eloy, en Montpellier, cuya traza era muy similar a la que posteriormente adoptó Basurto.
Las obras se iniciaron el 21 de julio de 1898, y duraron diez años. En el momento de su inauguración, 13 de noviembre de 1908, el Hospital podía recibir a 600 enfermos, que estaban atendidos por doce médicos, diez practicantes, cuarenta Hermanas de la Caridad y un número no preciso de personal subalterno. Todos los pabellones del Hospital se construyeron en estilo neomudéjar y se denominaron con los nombres de las personas benefactoras de la institución.
Durante sus primeros años de servicio, la organización y servicios no eran diferentes a los existentes en Atxuri, pero eso cambió en el año 1918, a partir del nombramiento de Enrique de Areilza como director. Su paso por la dirección no fue muy largo, apenas duró ocho años; sin embargo este tiempo fue suficiente para que realizara una ingente labor modernizadora de Basurto que lo colocó a la cabeza de los hospitales españoles.
Areilza creó nuevos servicios especializados: Autopsias y Anatomía Patológica, Electricidad médica y Rayos X, Urología, Toco-Ginecología, Neuro-Psiquiatría, Ortopedia y Cirugía Infantil, laboratorios químico y bacteriológico. Consiguió un acuerdo con la Facultad de Medicina de Valladolid para incorporar alumnos internos e inició las gestiones para establecer una escuela de enfermería. Bajo su dirección, se incrementó el número de médicos, lo que permitió la irrupción de una generación de galenos a la que se ha llamado “Los cachorros de Areilza”. Entre ellos, Pérez Andrés, Vicente San Sebastián, Wenceslao López Albó, Justo Garate, Juan Viar Bayo, Eusebio García Alonso, Abilio Saldaña, Julio Atucha, Julián Guimón Rezola, Juan Aranzadi, Jon Arrospide, Atilano Feijóo, Carlos Mendaza hijo, José y Manuel Salaverri Aranguren, Salvador Landa y otros varios.
En el año 1936 en el Hospital de Basuro se impartieron las primeras clases de la Facultad de Medicina dentro del proyecto de la Universidad Vasca.
La Guerra Civil cortó de golpe el desarrollo de aquel hospital y dio lugar, tras una etapa de intervención militar, a una posguerra llena de privaciones en lo económico y en lo científico. Los presupuestos apenas llegaban para alimentar a los pacientes y la mayor parte de aquella generación de médicos hubo de exilarse o fue represaliada y expulsada. Los sustitutos, nombrados por su filiación política, no sólo tenían una calificación muy inferior, sino que desmotivados por sus bajísimos sueldos, practicaban en algunos casos un absentismo que dejaba la atención a los enfermos en manos de los jóvenes internos o ayudantes.
En 1953 fue nombrado director Luis Manuel y Piniés, quien presentó un plan de modernización que incluía la reforma del servicio de guardia, la recuperación de antiguos servicios clausurados en 1937 y la creación de nuevas especialidades: Toco-Ginecología, Psiquiatría, Laboratorio de Bacteriología, Oncología, Rehabilitación, Cirugía Cardiovascular, Neurocirugía, Anestesia y Reanimación, etc. Abrumado por la carencia de medios, dimitió de su cargo y dejó a su sucesor, Salvador Landa, la tarea de completar aquellas reformas. Cosa que realizó Landa con gran mérito, pues las dificultades económicas convirtieron en hazaña sus logros.
A comienzos de la década de 1970 el Hospital había quedado descapitalizado y continuaba perdiendo dinero cada año, pues la Seguridad Social abonaba una cantidad ridícula por sus pacientes ingresados, que eran la inmensa mayoría, y las donaciones de la Diputación y Ayuntamiento habían quedado congeladas años atrás. Tras un intento fallido de traslado a Leioa, junto a la Facultad de Medicina, se formó una Comisión Gestora, que logró evitar la desaparición del viejo hospital y consiguió su supervivencia, si bien perdió su autonomía y pasó a quedar integrado en la red asistencial del Servicio Vasco de Salud-Osakidetza.
Desde entonces hasta 2014, ha sufrido una modernización que lo ha transformado por completo para seguir cumpliendo la función de ser el Hospital de Bilbao.
Juan Gondra Rezola