El ámbito territorial de Ibaiondo-Casco Viejo orientado al Este corresponde con el distrito municipal número cinco, que abarca diferentes barrios dispuestos a ambas márgenes de la ría: Siete calles, Iturralde, Solokoetxe, Atxuri y La Peña en la derecha; San Adrián, Zabala, San Francisco, Bilbao la Vieja y Buia (Seberetxe) en la izquierda.
Desde su fundación en 1300 por parte del Señor de Bizkaia Don Diego López de Haro otorgándole la Carta Puebla y asignándole la jurisdicción de un territorio, Bilbao ha evolucionado pudiendo diferenciarse varias etapas claramente definidas en el espacio y en el tiempo. La primera de ellas comercial o mercantil ubicada en la margen derecha de la ría, en el recinto histórico amurallado de las siete calles y sus extensiones o primeros ensanches, con el añadido de Bilbao la Vieja en la margen izquierda, y con una duración aproximada de seis siglos, desde el s. XIV hasta finales del s. XIX. La ciudad fue Concebida como puerto interior por su idónea situación geográfica para recibir la lana de Castilla y exportarla hasta los países del Norte (Francia y Flandes). A su vez era centro de distribución de los tejidos que volvían ya elaborados. También se exportaba el hierro de las minas de Ollargan (Miribilla) y otros productos. En resumen una ciudad de reducido tamaño pero de gran actividad comercial.
El trazado urbano se adaptaba al terreno, disponiéndose en una parcelación definida por siete calles paralelas y sus cantones perpendiculares configurando manzanas regulares y uniformes. Todo ello protegido por una muralla que acotaba el área medieval. La Iglesia de Santiago al Norte y algunas edificaciones extramuros, como la Iglesia de San Antón, en el lugar ocupado por el Alcázar al pie del puente y los arrabales de San Nicolás (de pescadores), Begoña y Bilbao la Vieja (en la margen izquierda), iban definiendo la incipiente ciudad a lo largo de los ss. XIV y XV.
En la primera mitad del s. XVI se planteó la primera extensión o “ensanche” hacia el Norte. En el entorno de la iglesia de San Antón se fue generando el centro urbano, con el edificio anexo a la propia iglesia albergando la Casa Consistorial y el Consulado. También la Plaza Vieja, como espacio público y social destinado a mercado y actividades múltiples en un lugar ganado a la Ría mediante la construcción de muelles, en la embocadura de las siete calles rematadas por casas-torre y soportales en la Ribera. A mediados del s. XVI el recinto urbano se fue configurando con viviendas y locales comerciales en las manzanas, casas-torre de remate, iglesias, edificios singulares y espacios públicos. A finales del s. XVI dos inundaciones y un incendio redujeron la ciudad a escombros, al estar construidas las viviendas en madera. Se publicaron las primeras “ordenanzas de edificación” para planificar la reconstrucción, con un mayor aprovechamiento de las parcelas elevando la altura de las edificaciones a ejecutar en piedra y manteniendo el antiguo trazado urbano gótico.
Sin modificar el esquema original de las siete calles paralelas y sus cantones transversales, en el s. XVII el núcleo urbano adquirió una nueva disposición radial con la incorporación de las “rondas” o calles periféricas. Además se originó la expansión del “ensanche de la Ribera” hacia el Arenal. Se abrieron nuevas calles y se mejoraron los arrabales (Bilbao la Vieja e Ibeni).
En el s. XVIII la ciudad experimentó poco crecimiento, siendo reseñable la edificación de mansiones de la burguesía local y la escasez de viviendas asequibles. Sobre el primitivo templo del patrón de los pescadores en el Arenal se erigió la nueva Iglesia de San Nicolás ofreciendo una nueva fachada a ese ámbito ganado a la ría.
En el s. XIX se realizaron algunas actuaciones puntuales como la plaza Nueva, una consecuencia del Plan Loredo. Pero se llegó a una situación límite con el declive de la ciudad histórica y la propuesta de creación de una nueva ciudad, más allá de la ría.
Las inundaciones de 1983 marcaron un punto de inflexión, siendo el detonante para iniciar un amplio proceso de rehabilitación, abarcando aspectos urbanísticos, sociales y comerciales, y logrando en consecuencia un nuevo atractivo del Casco Viejo.
En este entorno urbano es posible descubrir el proceso de formación y crecimiento de la ciudad, desde sus orígenes hasta nuestros días, y contemplar las actuaciones urbanísticas y las edificaciones que resumen siete siglos de historia urbana. Primitivas parcelaciones medievales, viviendas sociales de la primera mitad del s. XX, las casas de la villa, el primer rascacielos de oficinas de la ciudad, palacios e iglesias barrocas, conventos jesuíticos, intervenciones neoclásicas, balbuceos de arquitectura ecléctica, destellos de racionalismo…
Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre