La Ría de Bilbao es el último tramo, desembocadura o estuario del río Nervión o Ibaizabal, en los aproximadamente catorce kilómetros que van desde la Peña hasta el Abra en el mar Cantábrico. Como cauce fluvial de agua salada está sometida al vaivén de las mareas. En su discurrir recibe las aguas del río Cadagua a la altura de Zorrotza y del río Galindo en el límite entre Barakaldo y Sestao, completando su margen izquierda con los municipios de Portugalete y Santurtzi, y en la derecha Erandio, Leioa y Getxo.
Su protagonismo e influencia en el desarrollo histórico, urbano, social y económico de Bilbao y su entorno metropolitano es evidente, variando en cada época pero estando siempre presente. Desde la fundación de la Villa de Bilbao en 1300 como puerto interior que recibía la mercancía de la lana procedente de Castilla a través del camino de las Encartaciones, para su exportación a Flandes por vía marítima. Contribuyendo durante seis siglos al desarrollo de la ciudad comercial relacionada con las principales ciudades europeas, como una auténtica puerta al mar.
Posteriormente en el período de industrialización, desde finales del siglo XIX hasta los años ochenta del siglo XX, cuando el mineral de hierro exportado a Inglaterra adquirió especial relevancia. Y finalmente en el proceso de regeneración urbana, al que ha contribuido el Proyecto de Saneamiento Integral de la Ría y el desarrollo urbanístico de Abandoibarra, de acuerdo a las directrices del Plan General de Ordenación Urbana de Bilbao y al Plan Estratégico de Revitalización del Bilbao Metropolitano.
A la altura de San Antón, y por las circunstancias favorables de ser posible cruzar a pie el vado entre ambas márgenes en marea baja, se ubicó el puerto, y junto a él en la margen derecha la nueva villa con siete calles paralelas protegidas por un recinto amurallado. Allí se recogía la mercancía para su exportación y volvían nuevos productos, generando así una intensa actividad comercial. El puente de San Antón unía ambas márgenes en ese lugar clave del inicial desarrollo urbano, con la Iglesia de San Antón, la Casa Consistorial, el Consulado, la Plaza Vieja y el Mercado.
La expansión de la ciudad siguió el curso de las aguas hacia el arrabal de San Nicolás y el Arenal, ganando terreno urbano a su cauce natural sin abandonar la margen derecha.
Hasta finales del siglo XIX, cuando en 1876 se aprobó el Proyecto de Ensanche redactado por los ingenieros Pablo Alzola y Ernesto Hoffmeyer, y el arquitecto Severino Achúcarro. Desde el Arenal se dio el salto sobre la Ría hacia la vega de Abando en la margen izquierda, con el gran eje urbano de la Gran Vía, jalonado con tres plazas (Circular, Elíptica y Sagrado Corazón). La ciudad comercial, que tuvo su pujanza durante casi seis siglos en la margen derecha, fue dando paso a la nueva ciudad industrial. La Ría era el cauce natural para el transporte fluvial de las mercancías del mineral de hierro de las minas de Bilbao (la Peña, Miribilla, el Morro, Iturrigorri) y la margen izquierda, en especial de los Montes de Triano. Al mismo tiempo llegaban diversos artículos entre ellos el famoso bacalao de los países nórdicos.
El ingeniero Evaristo Churruca acometió el Proyecto de Canalización de la Ría llevándolo a cabo en todos sus términos. Gracias a ello se mejoraron las condiciones desfavorables de algunos puntos del trayecto, realizando labores de dragado, construcción de muelles, planteando el puerto exterior en el Abra y el muelle de hierro de Portugalete para evitar los bancos de arena existentes en esa zona.
El desarrollo urbano del Ensanche fue paralelo al proceso de industrialización. Y el tramo del borde izquierdo de la Ría comprendido entre el puente del Arenal y el de Deusto acogió las vías férreas y la estación del ferrocarril de la margen izquierda, el depósito de contenedores del puerto, y los Astilleros Euskalduna. Ese entorno urbano quedó como una zona residual del Ensanche y directamente ligado a la industria. Era la espalda de la ciudad hacia la Ría.
El declive industrial de los años ochenta del siglo XX vio precisamente en ese espacio la oportunidad para iniciar el planteamiento de una nueva ciudad de servicios mirando hacia la Ría. Así nació Abandoibarra, que hasta entonces no tenía entidad, en el área ocupada por la Campa de los Ingleses, desde Uribitarte hasta los Astilleros Euskalduna.
Los antiguos astilleros y las reminiscencias industriales fueron pasando al recuerdo, y la Ría adquiere un nuevo protagonismo en el siglo XXI uniendo sus márgenes con nuevos puentes, dos peatonales (Pasarela Zubi Zuri y Pasarela Padre Arrupe) y uno para el tránsito de vehículos y peatonal (Puente Euskalduna).
Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre