Médico especialista en neuropatólogía y psiquiatría cuya brillante trayectoria fue interrumpida por una muerte prematura. Miembro de una familia que ha dado a Bilbao varios nombres ilustres: su tío Severino, arquitecto del Ensanche, su padre Nicolás, fundador de la Consulta de Oftalmología del Hospital de Atxuri, su hermano Severino, primer oftalmólogo de Salud Escolar y, por último, los hijos de éste: Juan, concejal del Ayuntamiento y Joaquín, pianista afamado.
Inició sus estudios de Medicina en Madrid (1897), pero pronto decidió estudiar como alumno libre, acudiendo a clase, primero, en Alemania, donde ya había realizado parte de su formación preuniversitaria, y, después, en el Hospital General de Madrid con el médico guipuzcoano Juan Madinaveitia. Gracias a este último tuvo ocasión de comenzar a trabajar en el laboratorio del Sanatorio psiquiátrico que dirigía Simarro, donde encontró lo que iba a ser su pasión: la histopatología del sistema nervioso.
Al finalizar la carrera, 1904, acude a París, donde aprende con Pierre Marie y Babinski. Luego a Italia, donde estudia la Patología mental. Por último, vuelve a Alemania donde consolida su preparación como psiquiatra y se adentra en la investigación neurohistopatológica bajo el magisterio, respectivamente, de Kraepelin y Alzheimer. Obtiene en Madrid, en 1906, el título de doctor.
Su conocimiento de las “cinco lenguas de cultura”, quizás debido al origen extranjero de su familia materna, pues su madre, Juana Lund, era hija de un comerciante noruego, le había permitido aprovechar al máximo las posibilidades de formación en Europa.
En 1908 es encargado de dirigir el laboratorio del Manicomio Federal de Washington (Government Hospital for the Insane), donde desarrolla una labor muy apreciada, que culmina con su participación como profesor en los cursos para médicos de la universidad de Fordham (Nueva York), junto a las grandes figuras de la psiquiatría y psicología del momento.
Regresa a España y se establece en Madrid, donde crea y dirige el Laboratorio de Histología e Histopatología de la Junta de Ampliación de Estudios e investigaciones, de dónde salió la mayor parte de su producción científica y donde formó un destacado grupo de investigadores, entre los que descuella Río Ortega, su sucesor.
Ya desde su estancia en EEUU se había venido preocupando por los minusválidos y consiguió fundar en España para su asistencia el “Patronato de Anormales”, del que fue director técnico.
Poco después de su fallecimiento la Academia de Ciencias Médicas organizó una solemne sesión académica en su memoria, y publicó un número de su revista dedicado a él; cincuenta años más tarde, volvió a dedicarle un número monográfico.
Bilbao le puso su nombre a una de sus calles y la Diputación a uno de sus hospitales psiquiátricos, donde colocó un busto suyo obra del escultor Agustín de la Herran.
Juan Gondra Rezola