Pablo Alzola nació en San Sebastián el 17 de junio de 1841. Fueron sus padres Ignacio Alzola Elgarresta, comerciante donostiarra vinculado a la industria textil de Vergara, y Mª Ignacia Minondo, natural de Goizueta.
Ingresó Pablo Alzola en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid a la edad de 16 años. En 1861 fue nombrado ingeniero aspirante, integrando una comisión de estudio de las obras de la Real Compañía de Canalización del Ebro. Dos años más tarde, se graduó con unas calificaciones que le dispensaron el sexto puesto de una promoción de veintiún alumnos, entre los que se encontraban Evaristo Churruca y Francisco Lizarraga.
En 1871, no tomó posesión de su destino en Palencia, permaneciendo en la capital bilbaína. El proyecto de Ensanche y la construcción de varios ferrocarriles, como el minero Orconera-Luchana, centraron su actividad. Tras la ampliación de límites jurisdiccionales de Bilbao en 1870, a costa de las anteiglesias de Abando y Begoña, fue precisa la elaboración de un Plan de Ensanche para la villa. Presentado el 1 de agosto de 1873 por los ingenieros Pablo Alzola y Ernesto Hoffmeyer y el arquitecto Severino Achúcarro, el proyecto se vio paralizado a causa de la guerra carlista, en la que participó con las armas el propio Pablo Alzola. Definitivamente fue aprobado por R.O. de 5 de junio de 1876.
Tras la contienda, se levantó el puente de San Antón, proyectado por Alzola en colaboración con E. Hoffmeyer. Y, más tarde, fue también obra suya el puente-pasarela de San Francisco (1881), cuya construcción dirigió personalmente. En esta época, asumió asimismo proyectos urbanísticos y ferroviarios. Tomó parte en la urbanización del nuevo Ensanche, construyendo un grupo de chalets en el Campo Volantín y otras edificaciones en Albia, siendo como fue además consejero y gerente de la sociedad inmobiliaria La Perla, empresa de carácter familiar. Dirigió las obras del ferrocarril de Bilbao a Portugalete y desempeñó el cargo de director gerente de dicha compañía; realizó el proyecto del ferrocarril Amorebieta a Gernika y Luno, ramal del Bilbao-Durango; ideó también el ferrocarril que uniría Zumárraga y Zumaya, y fue vocal del ferrocarril Bilbao- Las Arenas.
Hombre polifacético, dejó también su huella en el mundo periodístico, científico y cultural de la época. Fue Académico de la Historia, de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de las Ciencias Morales y Políticas, socio del Centro de Artes Decorativas de Barcelona, socio de mérito de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, vocal de la Comisión de Monumentos de Vizcaya, presidente de la Sociedad Bilbaína (1892-93) y socio de El Sitio.
Vinculado a la política, ocupó Pablo Alzola la presidencia del Comité Liberal de Bilbao en 1883, en el cual estaba representada la burguesía tradicional bilbaína, proclive al liberalismo dinástico. Mostró luego una férrea adhesión al partido conservador, si bien gozó de un talante más flexible.
Pablo Alzola era nombrado Alcalde de Bilbao por R.O. de 31 de marzo de 1877 en sustitución de Agustín María de Obieta. El 1 de abril de 1877 iniciaba Pablo Alzola su andadura por la administración local bilbaína con un discurso, en el que de forma clara y rotunda, exponía el papel de la corporación y las líneas de actuación a seguir. Definía el Ayuntamiento que iba a dirigir como un Ayuntamiento reformador, reformador en un doble sentido. En primer lugar, por el carácter propiamente administrativo que debía asumir, huyendo del “yugo político” al que la gestión municipal había estado sometida años atrás. Y, en segundo lugar, por la construcción de un nuevo Bilbao que había de encarar e impulsar. Bilbao ya no era sólo la villa, sino que a ella se habían sumado unos territorios anexionados y unos pueblos, cuya extensión alcanzaba hasta el Abra, que funcionaban con dependencia de la misma. Bilbao había de convertirse en la capital del norte de España.
La guerra y la modernización de la capital bilbaína, con su nuevo Ensanche, obligaron al replanteamiento de la infraestructura de comunicaciones de las “Siete calles”, donde los puentes ejercían el papel protagonista. La función de éstos cobraba importancia al permitir el enlace con los nuevos terrenos anexionados, reforzando la unidad entre el casco antiguo y la población nueva. Al margen de la reconstrucción del puente del Arenal y el derribo del existente denominado de los Fueros, la ocasión fue aprovechada para plantear la renovación en claves de modernidad; es el caso del proyecto de sustituir el inseguro puente colgante de San Francisco por una pasarela de hierro, más adecuada al volumen de tráfico que se había alcanzado. Así mismo, en mayo de 1879 fue aprobado por el Gobernador el derribo del viejo puente de San Antón, proyecto de E. Hoffmeyer que incluía el arreglo de los muelles colindantes y que dada la cuantía de las obras fue acometido en dos secciones.
El engrandecimiento de la villa, por el que apostaba Pablo Alzola, debía pasar por la mejora de las condiciones de higiene y salud pública de la misma. De ahí que las propuestas del Alcalde estuvieron encaminadas a proceder a la sustitución de las cloacas antiguas de las “Siete calles” por alcantarillas, al traslado de materias inflamables fuera del recinto antiguo. El saneamiento del cementerio de Mallona y la mejora del servicio de limpieza pública, cuya modernización consideraba conveniente el Alcalde, tras lo observado en ciudades como París y Barcelona, que contaban con material avanzado para su realización (19.12.1878), fueron fruto también de la gestión municipal.
En el plano más estrictamente sanitario, se habilitó un local para reconocimiento de mujeres “públicas” (19.12.1878) y fue planteado el estudio para la ampliación de los servicios médicos, con la creación de una sección de maternidad, de pediatría y para dementes en el hospital (11.06.1879).
Cesó en su cargo el 30 de junio de 1879 y fue sustituido por Marcelino Goicoechea
Susana Serrano Abad