El Palacio Euskalduna es un edificio construido como equipamiento cultural y de espectáculos (música y congresos) en la Avenida de Abandoibarra 4, sobre los terrenos ocupados anteriormente en la margen izquierda de la ría por los Astilleros Euskalduna, de ahí su nombre. En 1992 la Diputación Foral de Bizkaia convocó un concurso público de anteproyectos para la construcción de un Palacio de Congresos y de la Música de Bilbao. El proyecto ganador, de los arquitectos Federico Soriano y Dolores Palacios, se inspiraba en la ría como elemento dinámico y en los buques que se construyeron en los antiguos astilleros ubicados en la zona. Años después, y respondiendo a nuevos programas y condicionantes, se llevó a cabo la ampliación del edificio original con un nuevo espacio multifuncional que permite usos simultáneos.
En 1993 se procedió a la demolición de los restos del Astillero Euskalduna, cerrando con ello una época industrial de Bilbao y vislumbrando el inicio de unas nuevas directrices en la ciudad. Algo menos de un siglo de historia de la “Sociedad Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques” creada en 1900 por Ramón de la Sota y Eduardo Aznar. Durante esas décadas, una larga trayectoria, desde los inicios en los diques secos de San Mamés a las gradas, la diversificación de la construcción naval, la época dorada de la posguerra y la crisis.
Un año antes, en 1992, y contando ya con los espacios que se iban a liberar, se convocó el concurso de anteproyectos para la construcción de un Palacio de Congresos y de la Música en Bilbao. Entre los noventa y cuatro trabajos presentados resultó seleccionado el de los arquitectos Federico Soriano y Dolores Palacios bajo el lema “El buque fantasma... de Wagner, naturalmente.”
En 1999 concluyeron las obras de construcción del nuevo equipamiento que marca el límite Oeste de lo que va a ser la recuperación para la ciudad de los bordes de la ría en la nueva zona de Abandoibarra.
En 2012, y respondiendo a nuevos programas y condicionantes en el uso del equipamiento, se construyó una ampliación a través de un espacio poli-funcional adosado a su lado Este, que permite la realización de actividades simultáneas.
El programa exige un doble uso casi continuo entre ópera y congresos. Por ello se construyen dos foyers (vestíbulos) entrelazados que se convierten en uno solo con los vacíos comunes, con sus plataformas, y que proporciona accesos diferentes a las salas. Un espacio común para los dos públicos, y el gran muro metálico dominando los vacíos.
No tiene una forma preconcebida sino que esta es el resultado de construir una sección compacta y densa que incluya todos los usos requeridos: salas, espacios de almacenaje, talleres, infraestructuras escénicas... Todos estos espacios conformando un volumen con la mínima superficie posible.
El proyecto, según la memoria de sus autores, se inspira en la ría de Bilbao como elemento dinámico. Su imagen es pura acción y el edificio tiene presente una forma congelada en un momento de su formación. Una forma sin forma, no un objeto acabado y perfectamente rematado. Es como la aparición de un buque fantasma que debió construirse hace ya tiempo en los antiguos astilleros y que, abandonado, quedó enterrado en el fondo fangoso. Su forma y construcción nos recuerdan un buque. Sus chapas y roblones aparecen oxidados. Los arquitectos plantean limpiar el interior y acomodarse en él, como en las bodegas de un barco, transformando esta caja oxidada en una caja de música.
Su proceso de ejecución se basa asimismo en la forma de construir un barco, a través de las cuadernas, de su estructura.
La edificación ha perdido sus bordes, que aparecen como un límite de cerramiento delimitando el espacio interior. Pero la forma reconocible no será nunca esa, sino la del buque. Y esta se construye al modo moderno, con el espacio interior del muro vacío y usable. El muro clásico de piedra de un metro mantiene sus dimensiones pero ha perdido peso y materia.
El palacio busca una imagen y una presencia consolidada con su alzado urbano hacia la plaza del Sagrado Corazón y su figura y apariencia desde la ría, a través de su relación con el estanque. Pero al mismo tiempo el edificio estaba pensado como una arquitectura abierta, que podría ir cambiando con el tiempo, completándose, usando varios materiales y texturas. Por ello su ampliación está dentro del espíritu inicial de sus condiciones genéticas.
Su nueva cubierta activa es el elemento expresivo principal de la ampliación. Una cubierta que no sólo es un elemento arquitectónico iconográfico, una imagen, sino que se comporta como una pieza activa energéticamente en la introducción de la luz natural, la captación de la energía solar y la regulación térmica. Una superficie vibrátil como la del agua de la ría.
Las ideas clave de este proyecto son: la referencia a los antiguos astilleros y a la construcción naval; el doble uso como palacio de la música por un lado y como palacio de congresos por otro; la pretensión de crear un edificio impersonal e indefinido, tanto en su escala como en sus bordes.
Francisco J. García de la Torre y Bernardo I. García de la Torre