Ante la escasa sensibilidad de los dirigentes municipales en torno al peligro que corría el patrimonio histórico artístico del Casco Viejo de Bilbao, en donde los edificios en mal estado habían venido siendo derribados sin contemplaciones y erigidos en su lugar un bloque de viviendas más moderno con el consiguiente choque impactante porque poco o nada tenía que ver con la estética del lugar. La iniciativa privada fue presionando cada vez más sobre los pocos solares que quedaban en esa zona de la villa.
La realidad del Casco Viejo en 1979 fue la de una zona en la que la mayoría de sus viviendas no reunía las condiciones mínimas de habitabilidad con una situación análoga a la que vivían en las chabolas de Ollargan, Iturrigorri o Arriagas. Poseía un comercio floreciente pero muchas viviendas en las calles de Somera o de Ronda les faltaba lo más básico, ni bañeras, ni ducha, con una mala aireación y un mal estado de conservación, inhabitables en su mayoría, a pesar de ser un conjunto histórico artístico monumental. El ayuntamiento se opuso durante años a las operaciones de rehabilitación ya que exigía el empleo de materiales caros, delicadas operaciones de realojo y apoyo, estructuras nuevas y sistemas de contención de las casas adyacentes. Lo que conllevaba gastos muy elevados y los coeficientes de edificabilidad eran muy reducidos.
La Junta del Colegio de Arquitectos en Bilbao denunció que los anteriores 25 años de la administración pública fue una gestión nefasta, originando un caos, urbano y ambiental, los tachó de irresponsables. Plantearon como objetivo rehabilitar y renovar el casco histórico en su mayoría deteriorado. Para ello se elaborarían una serie de planes especiales de reforma interior para salvaguardar los valores arquitectónicos protegiendo la memoria colectiva.
El colegio de Agentes de la Propiedad Urbana invitó al arquitecto Manuel Manzano de la inspección técnica de monumentos y conjuntos históricos artísticos del Ministerio de Cultura. Fomentó la recuperación de estos espacios. Lo primero que propuso fue cambiar la legislación porque durante el franquismo esta zona fue víctima de la especulación y se había degradado debido al valor del suelo. El centro histórico era el reflejo de la memoria colectiva de la ciudad.
También se encontraban en peligro ciertas zonas de la Gran Via, en el Ensanche, a las que se pretendía proteger y evitar que la especulación acabara con ellas, porque las autoridades municipales ya habían pretendido derribar edificios del Ensanche, como teatros, plazas o casas, que a pesar de ser parte del conjunto historico artístico, estas eran derruidas.
El arquitecto Elías Mas fue uno de los grandes defensores del casco histórico, ya que lo consideraba el testimonio vivo de como se había hecho la ciudad, la consideraba como la única parte coherente de Bilbao construida en una época no especulativa. Cuando se llevaba a cabo un plan como el Ensanche se confiaba en que existiera una legislación de control que impidiera los despropósitos. Para Mas faltaba una conciencia municipal de salvaguardia del patrimonio bilbaíno.
Según el profesor Fernando Terán, todo ello era evidente de que se había exacerbado en la ciudad el disparate por la existencia de mecanismos autoritarios al servicio de las clases dominantes, y falto de todo tipo de sistemas de corrección como la consulta pública.
Luis Bilbao