Inaugurado en 1913, en la calle Colón de Larreategi de Bilbao, según proyecto de Mario Camiña, el teatro Trueba contaba con un aforo de 900 localidades, un espacioso hall, un moderno equipo de iluminación que deslumbró al público de la Villa y un riguroso sistema de seguridad con el que trataba de paliar la negativa impresión causada por el reciente desastre del teatro Circo del Ensanche.
El teatro Trueba compaginó desde sus inicios la programación de espectáculos teatrales y proyecciones cinematográficas. La inauguración de la programación teatral corrió a cargo de la compañía dramática del teatro Lara, de Madrid, con la comedia en dos actos y en prosa Madrigal (1913), de Martínez Sierra, y el entremés en un acto y en prosa Repaso de examen (1913), de Pablo Perellada "Melitón González", precedidas del boceto de la comedia Sin querer (1901), de Jacinto Benavente.
Tan solo un mes mas tarde de su inauguración, en julio de 1913, se inició la programación cinematográfica . Dos años más tarde presentó en exclusiva el sistema Kinemacolor y la expectativa de proyección de producciones de las potencias implicadas en la Gran Guerra, con especial atención al espectáculo que las tecnologías del frente bélico despertaban entre el público bilbaíno. Las proyecciones cinematográficas pronto tomaron protagonismo en la programación del teatro Trueba, en especial a partir del momento en que comienza a ser gestionado por Juan Álvarez y Julián de Ajuria, siendo éste un importador de películas americanas que distribuía a diferentes países bajo el nombre de "Programa Ajuria". En esta época del cine mudo, las proyecciones eran acompañadas por música de orquesta y por piezas teatrales y números de variedades, y su programación competía con la del Salón Vizcaya, Salón Gayarre, el Olimpia y los teatros Arriaga y Campos Elíseos.
Por su escenario pasaron los Ballets Rusos y tras la llegada del sonoro los principales estrenos internacionales, poniendo al Trueba a la cabeza de la programación cinematográfica de la Villa. En los años cincuenta, la sala incorpora algunas de las tecnologías incipientes de proyección en 3D y el Cinemascope, si bien al final de la década de los setenta comienza un lento declive, hasta su cierre definitivo en 1986.
Eneko Lorente